Al contrario que otros animales más delicados, los camellos se adaptaron perfectamente al clima y a las condiciones naturales de Aranjuez,reproduciéndose con éxito en el transcurso de las décadas. Si en 1583 había únicamente una decena, hacia 1598 rondaban ya los cuarenta y se les había construído una caballeriza ex profeso en Alpajés para resguardarles del frío invernal. En 1652 su mayoral certificaba la existencia de ciento cuarenta cabezas entre adultos y crías y, a finales de siglo, la camellada debió de alcanzar ya los doscientos ejemplares, cifra que coinciden en apuntar varios viajeros que visitaron palacio en aquellos años. Sobrevivieron a los excesos de las diversiones cortesanas, a la caza furtiva que practicaban los vecinos de las inmediaciones del Real Sitio durante los años más rigurosos del reinado de Felipe IV (llegando a venderse su carne en las pastelerías de Ocaña) e, incluso, a los saqueos cometidos por las tropas del Archiduque de Austria, que sólo se llevaron consigo una pareja cuando ocuparon el palacio en 1710, según nos relata Alvarez de Quindós. Aunque algunos ejemplares estaban domados y se empleaban para trabajos de acarreo, la mayoría pastaban libremente por las extensas praderas del heredamiento, constituyendo una de las atracciones que más llamaban la atención de los viajeros que visitaban el palacio. Estos camellos, junto con otros animales exóticos como pavos reales, cebras, avestruces, faisanes, elefantes,etc, eran un símbolo más del poder que ostentaban los reyes. A la existencia de tan dispares animales contribuyó en gran medida el clima benigno que se disfrutaba en Aranjuez.
Hay que resaltar que los camellos de Aranjuez eran los únicos que existían en toda la península, siendo su precio muy difícil de calcular.Solo cuando alguno había quedado tullido o había muerto, para aprovechar su carne, la grasa o la piel, se habían puesto a la venta sus restos por unos 120 ò 130 reales.
Como ya he indicado anteriormente, los camellos desempeñaron a menudo un papel muy importante en las fiestas y entretenimientos que se celebraban para divertir a los reyes y cortesanos en sus estancias en Aranjuez.
A menudo se hacía luchar a éstos animales contra perros “y que era una diversión agradable el ver cómo ese animal tan mal hecho se defendía diestramente de los mastines que le atacaban, y que algunas veces su furia rompía con las barreras y se descargaba sobre los espectadores”, según nos relata Alvarez de Quindós.
Como animales de carga, se les utilizaba para transportar materiales de construcción para las obras del palacio, para transportar leña para las cocinas y chimeneas, o para acarrear los productos agrícolas de las plantaciones regias, siendo capaces de soportar hasta 500kg de carga y de recorrer con ésta hasta 40 ó 45 kilómetros en una jornada. Otra de las particularidades de éstos animales eran sus pequeñas pezuñas, gracias a las cuáles apenas estropeaban el suelo de los jardines o de las calles durante sus labores de acarreo.
Tras casi dos siglos de presencia en Aranjuez, en 1742 la camellada se había extinguido, sin saberse todavía a día de hoy los verdaderos motivos de la causa de tal hecho. Hay quien lo achaca a una epidemia de “sarna“, otros creen que fue la “surra”, enfermedad que causaba una gran mortandad entre los camélidos. Durante las siguientes tres décadas se trató de repoblar de nuevo el Real Sitio de camellos, cosa que fue prácticamente imposible por el coste que suponía traer de nuevo éstos animales desde el otro lado del Mediterráneo.
Entre 1746-1756 se trajeron de Orán varias remesas de camellos, pero ante la falta de cuidados adecuados, en 1760 apenas quedaban unos pocos ejemplares que se recojían en el patio de la casa de los guardabosques, conocida por ese motivo como la “Casa de los Camellos”.
Solar donde estaba ubicada la Casa de los Camellos
Posteriormente se recibieron otros 41 ejemplares,siendo en 1771 cuando se tiene noticias del recibo de los últimos 25 ejemplares. Se ignora el momento preciso de su extinción definitiva, pero todavía en 1773 Diego de Aguirre los retrató, añadiendo su pintoresca estampa en una de sus vistas de Aranjuez. Alvarez Quindós fecha su desaparición total “por el año 1774”, mientras que el Barón de Bourgoing relata haberlos visto durante su primera estancia en España, entre 1777-1785. También en la causa de su muerte hay varias discrepancias, siendo para unos la falta de cuidados adecuados, mientras que para otros de nuevo la achacan a alguna epidémia de la época.
Documentación extraída del trabajo realizado por Carlos Gomez-Centurión Jimenez "EXOTICOS PERO UTILES: LOS CAMELLOS REALES DE ARANJUEZ DURANTE EL SIGLO XVIII"
Fotos y grabados antíguos propiedad del Patrimonio Nacional y colección privada de A.G.P.
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